El éxito obtenido por The Book of
Mormon, de Tray Parker, Robert Lopez y Matt Stone dice mucho a favor de la
tolerancia en este país. La sorprendente ovación de pie obtenida en Miami el miércoles
3 en el Arsht Center borra de un plumazo la visión prejuiciada de que el público
miamense es mojigato y provinciano.
Es cierto que algunos contados espectadores no aplaudieron, pero no hubo
abucheos, salidas intempestivas ni alteraciones del orden. Y es que se trata de
un material candente, donde no solo se presenta la religión de los santos de
los últimos días, conocidos como mormones de una manera festinada e
irreverente, sino que hasta la figura de Jesús es tomada a broma.
En uno de los números del segundo acto, cuando los recién convertidos
africanos le ofrecen a los altos visitantes de esa religión su versión teatral de
El libro del Mormón, el delirio es
total. Esta caricatura de la caricatura es algo que no se veía en el terreno
musical burlesco posiblemente desde Offenbach. Aunque a algunos no hizo ninguna
gracia la aparición de un Jesús itifálico que da pie a una danza al borde de lo
indecente. La imagen pudo escandalizar a los más conservadores, pero baste
recordar que egipcios y griegos antiguos representaban a sus dioses en todo el
esplendor de su virilidad y que es una costumbre también arraigada en el Africa
actual. Las danzas rituales africanas tienen mucho de sexual.
Es posible que la obra pudiera funcionar igualmente en una versión más
moderada y sin abusar tanto de las malas palabras; pero no deja de ser
encomiable el ofrecer algo bien desenfadado sobre un tema tan delicado como la religión.
No solo se caricaturiza a los mormones, sino que judíos y cristianos también se
llevan algún comentario picante. Pero el mensaje dista mucho de ser
antirreligioso, todo lo contrario. La obra quiere subrayar que lo importante de
la religión es, como su nombre indica, unir a través del amor, el respeto y la comprensión.
Se abre también el terreno a que las historias encerradas en El Libro del Mormón y en La Biblia sean más bien metáforas que no
deben ser tomadas al pie de la letra.
El musical le da su puntillazo al fanatismo, la falsa piedad, la
burocracia religiosa y otros males de las fes organizadas. El argumento es
sencillo y lineal, aunque cargado de peripecias, juega con toques de humor
simple, picardía cabaretera y hasta pinceladas de absurdo y grotesco, todo esto
envuelto en una música que de vez en cuando se baña de ritmos africanos.
Cody Jamison Strand como Elder Cunningham está simplemente brillante y
se desempeña con gran soltura a pesar de que este es uno de los primeros
papeles importantes de su carrera. De igual manera, David Larsen como Elder
Price, más experimentado, logra momentos muy aplaudidos con su personaje
especialmente en numeros como I believe.
Nabulungi es el principal personaje femenino, muy hermoso y muy bien
interpretado por Denee Benton, quien también ostenta una hermosa voz.
Mencion aparte merece Pierce Cassedy con su personaje de Elder McKinley,
deliciosamente gay, que cosecha la mayoría de las risas y los aplausos del público.
El resto del reparto se gana tambien sus
merecidos aplausos, y aunque las coreografías no son muy creativas, los números
de baile también aportan a la acción desde otro ángulo, por ejemplo el número
del sueño en el infierno, uno de los momentos más aplaudidos.
Irreverente y hasta algo soez, The
Book of Mormon camina peligrosamente al borde del mal gusto, pero se salva
por su abundancia de auténtica comicidad, su agradable música y por su intento
de remozar los vetustos trajes de algunas religiones con un manto nuevo de comprensión,
tolerancia y, sobre todo, amor, que de eso se trata. No se la pierda.
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