Friday, December 5, 2014
Thursday, December 4, 2014
'El Libro del Mormon', divina irreverencia
El éxito obtenido por The Book of
Mormon, de Tray Parker, Robert Lopez y Matt Stone dice mucho a favor de la
tolerancia en este país. La sorprendente ovación de pie obtenida en Miami el miércoles
3 en el Arsht Center borra de un plumazo la visión prejuiciada de que el público
miamense es mojigato y provinciano.
Es cierto que algunos contados espectadores no aplaudieron, pero no hubo
abucheos, salidas intempestivas ni alteraciones del orden. Y es que se trata de
un material candente, donde no solo se presenta la religión de los santos de
los últimos días, conocidos como mormones de una manera festinada e
irreverente, sino que hasta la figura de Jesús es tomada a broma.
En uno de los números del segundo acto, cuando los recién convertidos
africanos le ofrecen a los altos visitantes de esa religión su versión teatral de
El libro del Mormón, el delirio es
total. Esta caricatura de la caricatura es algo que no se veía en el terreno
musical burlesco posiblemente desde Offenbach. Aunque a algunos no hizo ninguna
gracia la aparición de un Jesús itifálico que da pie a una danza al borde de lo
indecente. La imagen pudo escandalizar a los más conservadores, pero baste
recordar que egipcios y griegos antiguos representaban a sus dioses en todo el
esplendor de su virilidad y que es una costumbre también arraigada en el Africa
actual. Las danzas rituales africanas tienen mucho de sexual.
Es posible que la obra pudiera funcionar igualmente en una versión más
moderada y sin abusar tanto de las malas palabras; pero no deja de ser
encomiable el ofrecer algo bien desenfadado sobre un tema tan delicado como la religión.
No solo se caricaturiza a los mormones, sino que judíos y cristianos también se
llevan algún comentario picante. Pero el mensaje dista mucho de ser
antirreligioso, todo lo contrario. La obra quiere subrayar que lo importante de
la religión es, como su nombre indica, unir a través del amor, el respeto y la comprensión.
Se abre también el terreno a que las historias encerradas en El Libro del Mormón y en La Biblia sean más bien metáforas que no
deben ser tomadas al pie de la letra.
El musical le da su puntillazo al fanatismo, la falsa piedad, la
burocracia religiosa y otros males de las fes organizadas. El argumento es
sencillo y lineal, aunque cargado de peripecias, juega con toques de humor
simple, picardía cabaretera y hasta pinceladas de absurdo y grotesco, todo esto
envuelto en una música que de vez en cuando se baña de ritmos africanos.
Cody Jamison Strand como Elder Cunningham está simplemente brillante y
se desempeña con gran soltura a pesar de que este es uno de los primeros
papeles importantes de su carrera. De igual manera, David Larsen como Elder
Price, más experimentado, logra momentos muy aplaudidos con su personaje
especialmente en numeros como I believe.
Nabulungi es el principal personaje femenino, muy hermoso y muy bien
interpretado por Denee Benton, quien también ostenta una hermosa voz.
Mencion aparte merece Pierce Cassedy con su personaje de Elder McKinley,
deliciosamente gay, que cosecha la mayoría de las risas y los aplausos del público.
El resto del reparto se gana tambien sus
merecidos aplausos, y aunque las coreografías no son muy creativas, los números
de baile también aportan a la acción desde otro ángulo, por ejemplo el número
del sueño en el infierno, uno de los momentos más aplaudidos.
Irreverente y hasta algo soez, The
Book of Mormon camina peligrosamente al borde del mal gusto, pero se salva
por su abundancia de auténtica comicidad, su agradable música y por su intento
de remozar los vetustos trajes de algunas religiones con un manto nuevo de comprensión,
tolerancia y, sobre todo, amor, que de eso se trata. No se la pierda.
Tuesday, December 2, 2014
LA SINFONICA DE SAN FRANCISCO, 'CURADA EN SALUD'
Miami fue la última ciudad en la gira
mundial de la San Francisco Symphony (SFS) con su director Michael Tilson
Thomas. Como el maestro también dirige la New World Symphony (NWS) con sede en
Miami Beach, el sábado 22, el Knight Concert Hall del Arsht Center se
encontraba repleto, pues ninguno de sus admiradores locales iba a perderse la
oportunidad de comparar su trabajo al frente de una orquesta del prestigio y la
dimensión de la SFS.
Sin embargo, la experiencia pudo haber resultado algo decepcionante para
algunos. Al frente de la NWS, con músicos jóvenes recién egresados de distintos
institutos Tilson Thomas se muestra más audaz y creativo, su entrega del
programa de esa noche, aunque irreprochable, se fue más hacia el balance y la
mesura, "curándose en salud" de cualquier comentario negativo, a
pesar de que se trataba de obras modernas en su mayoría y con amplio margen
para la aventura y el desafío. Quizá la expansiva acústica del lugar sea en
parte la causante de una percepción menos impactante que la que se capta en el
teatro de la NWS en la Playa, mucho más pequeño e íntimo.
Abrió la noche el Mephisto Waltz,
no. 1, de Liszt que sin duda posee una orquestación que marca el ímpetu
novedoso de ese pionero de la modernidad sinfónica. Luego el Concierto para violín y orquesta, no. 2,
en sol mayor, de Prokofiev, donde se destac'o como solista el aclamado Gil
Shaham. Sin pena ni gloria, la orquesta ofreció el adecuado y suntuoso marco
con cuidado acople, pero había realmente ocasión para mayor drama y contraste. Solo
hacia el final la obra cobró altura.
La segunda parte de la noche comenzó con Drift and Providence, de Samuel Adams, nacido en 1985. La obra se
inspira en el océano, aunque según palabras del autor evita lo descriptivo.
Armada como en ciclos temáticos (oleadas) que evolucionan sin cesar, resulta
medianamente interesante. A pesar de su final rimbombante (?un sunami?), la
pieza no despierta especial curiosidad ni empatía.
Afortunadamente el cierre de la noche fue una de las creaciones
orquestales más hermosas del siglo XX, la Suite
no. 2 de Daphnis et Chloé, de Ravel. Tomadas de su famoso ballet las melodías
aquí no se avergüenzan de evocar el amanecer, un dúo romántico o una fiesta.
Aquí el trabajo de director y orquesta cobró mayor frescura y entusiasmo
logrando posiblemente la mejor versión que se haya escuchado en esta ciudad en
largo tiempo.
El público respondió con una larga y merecidísima ovación de pie a la
que la orquesta respondió a su vez con un encore,
la Canción de Solveig, de Grieg. Decisión
no muy acertada, porque el efecto vigorizante y entusiasta del final de la obra
anterior fue completamente eclipsado por la melancólica melodía del compositor
noruego, por otra parte muy bien interpretada.
Concierto hermoso sin duda y muy aplaudido, pero con semejantes fuerzas,
bien pudo ofrecerse algo más substancioso o atrevido. Quizá estaban cansados
después de tanto viajar.
El próximo concierto de Knight
Masterworks en el Arsht Center será la Danish National Symphony Orchestra con
el violinista Ray Chen, el 14 de febrero, con obras de Sibelius y Nielsen. Entradas:
305 949 6722 y www.arshtcenter.org
Saturday, April 5, 2014
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