Los amantes de la música clásica pudieron
disfrutar la semana pasada las actuaciones de dos luminarias del violín: Glenn
Dicterow, que tocó el miércoles con la orquesta de la New World School of the
Arts (NWSA), y Ray Chen, que vino lujosamente acompañado por la Orquesta Sinfónica
Nacional de Dinamarca (OSND) con su director Cristian Macelaru.
El legendario Dicterow entregó una pulidísima y sensible interpretación
del Concierto para violín y orquesta,
de Barber. La orquesta, a pesar de estar integrada fundamentalmente por alumnos
de la NWSA estuvo a la altura del solista. Igual de brillantes que en la segunda
parte de la noche, cuando ejecutaron la difícil y policromada Sinfonía no. 5, de Prokofiev. La ovación
final convenció a la orquesta y a su prestigioso director, Alfred Gershfeld a repetir
como encore la última y espectacular sección
de la obra con gran despliegue de fanfarrias y percusión.
El sábado, el joven virtuoso Chen deslumbró al público en el mismo
escenario por su pulida técnica y su sincera empatía. Su entrega del Concierto para violin y orquesta, de
Sibelius, fue memorable, especialmente,
en el movimiento final, lleno de efervescencia, ritmo y despliegues virtuosos. La
orquesta, sabiamente llevada por Macelaru, fue un justo apoyo, sin robar
protagonismo al solista. Ante la ovación, Chen regaló como encore el Capricho número 21,
de Paganini, que fue igualmente ovacionado.
La noche, que había abierto con el emblemático Vals triste, de Sibelius, cerró espectacularmente con la Sinfonía no. 4, 'La inextinguible', de
Nielsen. Hay que recordar que el formidable Macelaru, a sus 19 años, fungió
como concertino en la Miami Symphony que entonces dirigía el inolvidable Manuel
Ochoa. Esto demuestra una vez más cuán importante para el canto y la música clásica
es la plaza de Miami, por más que los medios se empeñen en ignorarlo.
El próximo concierto orquestal en
el Arsht será con la Cleveland Orchestra en obras de Beethoven y Shostakovich,
los días 27 y 28 de febrero.
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